martes, 22 de noviembre de 2011

The Lincoln Lowyer



En esta película el personaje principal, un habilidoso abogado, se enfrenta a un difícil dilema: defiende a dos clientes que terminan ligándose en un mismo caso; y uno de ellos  se encuentra injustamente en prisión por la falta que cometió su otro cliente.

El abogado pone su voto de confianza sobre uno de sus clientes y acuerda en firme trabajar por su defensa. Sin embargo; cuando  estudia a fondo el caso se da cuenta de que cometió un error, y que por su culpa,  injustamente, una persona se encuentra en prisión. A pesar de que el abogado había firmado un acuerdo con su cliente donde prometía trabajar por su defensa, este puede ser disuelto por justificadas razones.  En primer lugar, porque él cliente sutilmente lo engañó, al hacerle creer que era inocente. En segundo lugar, si este contrato va en contra de la justicia y termina perjudicando a personas que son inocentes, lo correcto es disolverlo.

  Al romper su contrato, y tratar de corregir el error, el abogado se ve expuesto a chantajes y  amenazas, pero sin duda el peor castigo  lo genera la culpa y el remordimiento. Es preferible hacerle frente a las amenazas, pero no ir en contra de la moral y de la rectitud. De lo contrario el abogado perdería la esencia de su profesión: defender la justicia ya no sería su objetivo.

Pero esto no aplica solamente para los abogados; al contrario, para todas las personas y en todas las profesiones, hacer las cosas  a derecho, con justicia, y beneficiando al mayor número de personas, resulta gratificante. Pero si se opta por defender a unos pocos y satisfacer intereses malsanos y egoístas,   la culpa invade el corazón del ser humano, y tarde o temprano las consecuencias de los malos actos se hacen sentir.